El pretexto de esa noche
Voy a leer un breve pretexto
que comienza con un haiku de Sodó,
que suena así:
suika hitori nowaki wo shiranu ashita kana
y para nosotros, si acaso hay traducción, se dejaría escuchar de este modo:
Tras la tormenta:
el alba (las sandías
no se enteran de nada)
¿Qué es La sombra del animal?
Lo que no sabe decirse se presiente intuido y filtra callado por las grietas de palabras conocidas. Para el caso, lo animal es la presencia, pero sólo se accede a una sombra fugitiva; un relámpago de comprensión, una suerte de corazonada.
Y así gana terreno; y una ronda de palabras se hace camino, hilvana y cose retazos hechos y deshechos.
Lo que no sabe decirse nos habita
y nos lame los ojos cada mañana.
Estallan sistemas de identidades; nos desperdigan la inocencia de organizar una historia, pues ¿con qué restos mnémicos construimos un recuerdo? y ¿qué palabras acuden urgidas para atrapar lo que no pudo ni puede ser asido?
La palabra lo ha violentado todo.
Y nos sacude.
Y en su espasmo el orden se propone, mas cobija azares y naderías revueltas de vacíos azares y naderías inflamadas de silencio, materias que en el juego del lenguaje y en el afán de infinitos intersticios, gesta.
Y tal vez lo que gesta le antecede, figura utópica, pero que puede presentirse en la vaga inquietud de algo que gravita nuestros sueños o vigilias.
Entonces, donde la lengua no sabe soltarse, donde la inquietud hace sombra y recelo, apelo al arte y a la maña de la escritura, y en esos cruces nuevos territorios aparecen, hechos de traducciones múltiples y superpuestas, de traducciones al infinito, que abren una vez más lo que tiende a cerrarse en los buenos límites del lenguaje; por eso la obra de Marcelo Bordese, de Jackie Miasnik, de Gustavo Mingorance y de Miguel Ronsino, acude esta noche, pues esa obra es compañera de ruta, es traductora imposible, es influjo, es vastedad que dialoga en su propia lengua con este libro.
A ellos, y a su obra, una vez más, mi gratitud.
Este trabajo que ha devenido libro, está dedicado a mis amigos y en particular a Nora Martinez, Sandra Soria y Alejandro Lezama, quienes apuntalaron el deseo de la escritura siempre que estuvo a punto de claudicar.
A Mariana Docampo por dar su voz a este texto y a Valentina Rebasa y Miguel Balaguer por asistir en la noble tarea de transformar la escritura en un libro, va toda mi alegría y mi reconocimiento.
Gracias a la gente de Fedro
Vanesa Guerra
La traducción del Haiku de Sodô es de Alberto Silva
Noviembre, 2008
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